“Las gripas” como se conocen popularmente son infecciones de las vías aéreas altas (nariz, faringe, y a veces laringe) en forma de rinofaringitis, producidas por virus y que tienen un curso de 5 a 8 días (no más de 10 días) curándose solas la mayoría de las veces.
Las molestias suelen ser una o varias de las siguientes: dolor de faringe, secreción cristalina por la nariz y obstrucción nasal. A veces se acompañan de fiebre con sus sucedáneos: dolor de articulaciones o “cuerpo cortado”, dolor de cabeza y sensación de malestar que puede ser muy leve o suficiente para guardar cama uno o 2 días de acuerdo al umbral del dolor del enfermo y a muchas otras variantes tales como: edad del paciente, enfermedades previas, etc.
Así, no es lo mismo que le dé “gripa” a un joven de 20 años que a una persona de 80 o a un bebé de meses, ya que ambos extremos, son de más cuidado.
La influenza es parecida a la gripe común, pero suele ser mucho más severa y por lo tanto más grave. De hecho, esta temporada 2013-2014 ha sido la más intensa desde el 2009 con gran afluencia de pacientes a recibir atención hospitalaria.
Una manera de distinguir una gripa común, de influenza es la siguiente:
La influenza puede ser grave ya que puede afectar los pulmones causando neumonía e insuficiencia respiratoria.
Quien tenga síntomas sospechosos debe acudir lo más pronto posible ya que el tratamiento con antivirales es altamente efectivo durante los primeros días de la enfermedad.
La vacuna previene de manera importante, sin embargo se ha rodeado de una serie de mitos (“te da reacción”, “te da influenza”, “te sientes mal”, etc.) por los que poca gente se la aplica. Es de considerar que estos mitos son responsables de que mucha gente esté actualmente intubada, recibiendo respiración artificial por no haberla aplicado.
Es muy claro que sus beneficios exceden ampliamente sus escasísimos riesgos.
“PORQUE RESPIRO, EXISTO”
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